jueves, 7 de octubre de 2010

Sergio Hernández Romero (3)

Ciudad y poesía
Diario La Discusión de Chillán
Lunes 4 de octubre de 2010
Samuel Jiménez

Es importante saber dónde se sitúan las ciudades y conocer su territorio, sus aptitudes, pero ciertamente quienes las constituyen y les proporcionan valor son el pueblo, su gente, la persona, el ser.
París tiene la luz de los parisinos, Roma la historia y la mirada milenaria de su gente.
Chillán es el promedio de sus habitantes, es lo que su gente es.
Por ello, cuando nos sorprende una portada dando cuenta de la muerte de un profesor, de un poeta, algo nos detiene, al menos por un instante, para pensar en lo que somos, en la ciudad que tenemos, que nos persigue como aspiración y que no se detiene, siempre es perfectible.
Profesores y poetas hacen por lo general la diferencia, entre una ciudad que se siente querida por su gente y esa otra que muestra la indiferencia y el desafecto.
La noticia del fallecimiento de Sergio Hernández, profesor y poeta nuestro, nos deja todo su silencio para vivir la ciudad que queremos, para pensarla y hacerla entre todos, entre la autoridad y nosotros, su gente.
La ciudad es un contexto urbano, con barrios populares, villas principales, que nos informan de sus avenidas de desigualdad, crítica social, aspiraciones compartidas, que nos provocan o debieran hacerlo al menos.
Para Sergio Hernández, Chillán fue sin duda un poema vivo, seguramente entre su caminar, pensar y observar la ciudad, estuvo muchas veces mirando, por ejemplo, esa estación de ferrocarriles que pacientemente espera que vuelvan los trenes.
La ciudad tiene de todo, tiene lo que hace falta y lo que sobra, es un sitio para habitar, contemplar y pensar, pero es también lugar de residencia de soledades y desamparo.
Los profesores y los poetas no caben en una biografía, siempre trascienden, por eso la ciudad y su gente, de alguna manera, entiende que a la intimidad individual se adiciona una intimidad colectiva, que hace posible el trabajo, la fiesta y el carnaval. Una ciudad es confiable cuando se puede leer, cantar, hacer, pensar, sentir, escribir, existir, vivir, y esa arquitectura de la intimidad encuentra en profesores y poetas a los arquitectos de la identidad y el sentido de pertenencia.
Los grandes aportes de profesores y poetas a la dignidad de personas y ciudades se hacen con más valentía que temores, con humor y responsabilidad, con pedagogía.
Me persigue Chillán es una síntesis de lo que expresamos, es una visión de la ciudad real, descriptiva de sus lugares y clarificadora del rol de la ciudad en la historia de la patria. Entre sus línea se descubren las dos intimidades, la individual y la colectiva.
Sergio Hernández es uno de los arquitectos que necesitan las ciudades, con tanto valor como para establecer una comunicación clara y frontal hasta con la divinidad superior y hacer saber propuestas y reclamos, por olvidos divinos que explican los sufrimientos y el dolor. La ciudad, la autoridad y el poder, no siempre coinciden con la belleza de entender y hacer la vida, y parece que basta con alguna medalla y algunos premios; los profesores y los poetas, los que caminan y hacen la ciudad, sienten como Sergio Hernández que las cosas tienen valor cuando la ciudad es capaz de recordar con alegría lo que ha logrado hacer y saber.

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